12 mayo 2017

En memoria de...

  En uno de los bancos de Kew Gardens en Londres se puede leer esta leyenda: "In loving memory of Werner Grumpa Maurer who loves these gardens". A Werner Maurer no lo conocí nunca en persona, pero sabía algunas cosas. Por ejemplo que adoraba España y que tenía una predilección tan acusada por el vino de Rioja que tenía en su casa de Londres un arsenal de botellas. También que debía tener bastante dinero, porque decidió comprarse un apartamento en una zona exclusiva de Londres cuando se hartó de los hoteles londinenses. Supongo que recreó algo parecido a su casa de Basilea. A un paleto español, como soy yo, suiza es dinero, vacas y modales exquisitos que impiden tirar de la cadena más tarde de las diez de la noche so pena de recibir una admonición policial.

  Su hija Cristina me ha mandado esta foto. Dice que estaba en Londres rindiendo visita a lo que desde ahora es el banco de su padre que además de beber Rioja también debía quedarse embobado con la belleza de esos jardines. A Cristina, a la que conocí hace ya veinticinco años en la Tate Gallery de Londres, le debo el pobre inglés que tengo, que como ella me recuerda está momificado, sin posibilidad de emperoramiento ni de mejora. La recuerdo tocando una escultura de su paisano Giacometi, algo que debía estar prohibido. Claro que no era una zarpa de patán lo que se aproximaba a la escritura sino la llama de una experta buscando vete a saber tú qué (me lo dijo en inglés). En aquel entonces ella estudiaba un posgraudado en arte y yo tenía una beca Erasmus que la aprovechaba para huir de las clases de Derecho y meterme, por ejemplo, en las reuniones de los estudiantes negros y paquistaníes. 

  Los parques del Reino Unido están llenos de estas placas sentimentales. De este patrocinio de bancos con vistas a estanques, prados, bosquecillos donde dan saltos las ardillas para los turistas. Lugares se supone de reposo. Allí pasaron horas personas, solas o abrazadas y ahora sus hijos y sus amigos les recuerdan con frases sencillas. Para Marie y Arthur que se conocieron en este banco y cosas así. 

  Cuando veo esos bonitos bancos de madera siento una doble melancolía. Quizá sea mi naturaleza o quizá no. Melancolía desde luego por las historias que se adivinan. Una pareja que se amó durante años y que tras un paseo decidían reposar en ese punto y solo en en ese, durante unos minutos cogidos de la mano. Un escritor que buscaba allí sus historias entre las hojas barridas por el viento o un ingeniero que dio con la idea precisa cuando vio brincar a un gato que estaba de caza. Pero también una melancolía nacional. ¿Te imaginas ese banco en una plaza de España? ¿Alguien donaría un banco en una plaza de su ciudad? ¿Cuánto tiempo tardaría la leyenda en ser borrada, mancillada, mutilada? Primero lo rayarían. Después un gracioso al lado de amor pondría algo así como "aquí se la follaba" o "aquí se la cascaba". Después alguien trataría de arrancar la placa. El Ayuntamiento la anclaría pero sin duda muchos tratarían de llevarse el banco a su jardín privado, a su chalé en la playa. Por último sería destrozado. El Ayuntamiento prometería reponer el banco a su emplazamiento originario y totalmente restaurado, pero eso jamás sucedería. 

  Mi logia, la Constante Alona, donó una escultura a la ciudad de Alicante. Era un busto de Franklin Albricias. Puede que tenga nombre de personaje de Les Luthiers, pero Albricias era uno de esos sabios honestos, generosos La alcaldesa Castedo le puso incluso su nombre a la plaza. El día de la inauguración, junto a los políticos y los hermanos de la logia, además de miembros de la iglesia evangelista a la que Albricias pertenecía, algunos vecinos se acercaron curiosos a ver qué es lo que pasaba. Una señora de edad se acercó, examinó la cabeza de bronce realizada por el artista andaluz Gómez Lomeña sobre un bloque de mármol de Monóvar y dijo: "no tardarán en robarlo". Y casi fue así. Pocos días después trataron de arrancarlo. Por suerte alguien que entendía de piedras hizo un buen anclaje del busto a la piedra y los ladrones fracasaron. No lo hicieron los que rayaban las placas y los que periódicamente van destrozando la piedra.

  En el Museo Arqueológico de Córdoba aún se puede ver lo que queda del teatro romano. Fue desmantelado y los sillares utilizados para hacer hornos de carbón vegetal. Quizá sea nuestra naturaleza. Un radical aquí y ahora.

El humor está aquí, en alguna parte
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1 comentario:

  1. Hay infinidad de cosas de los ingleses que detesto, gente desabrida y áspera. Pero hay infinidad que envidio y una de ellas es esa de la que habla; recuerdo unos jardines en el sudoeste de la isla -Trelissick Gardens- con unas plantas inimaginables allí, todo cuidado y esos bancos financiados o dedicados a alguien, impecables. Nadie destrozaba nada, nadie estaba deseando destruir como pasa, por ejemplo, en el Parque de María Luisa de Sevilla, uno de los divertimentos locales de los sin alma es destrozar la azulejería en general y de la Plaza de España en particular. Soy pesimista, la verdad.

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