28 noviembre 2011

¿Una Familia Real disfuncional?

  Curarse en salud es un precisa expresión castellana, no exenta de ironía, que significa que alguien se va a excusar (o simula excusarse) por lo que va a decir posteriormente, con el deseo de que no se sea mal interpretado. Me curo en salud para decir que, por razones quizá no siempre bien explicadas y pese a ser una persona de izquierdas, siempre he pensado que la monarquía en España cumple un papel útil. En principio lo pensaba, por compartir cierto aprecio, heredado de otras generaciones, por el papel que tuvo el Rey Juan Carlos I en la transición democrática española. Más tarde fue la convicción de que la República no traía necesariamente, si quiera simbólicamente, algo mejor. Me parecía mucho más preferible un rey como Juan Carlos que un presidente de la Tercera República, pongamos por ejemplo como Aznar (con toda su corte pseudomonárquica al lado) o como Bono. Últimamente mi pulsión monárquica se vio reforzada al comprobar como los sectores de la extrema derecha la rechazaban, lo que me atrajo de nuevo sus simpatías, si bien no muy racionales, quizá más sinceras. Y en eso llegó el año 2011, y hasta hoy. Y todo este discurso se ha caído como un castillo de naipes del Carrefour.

  El año 2011 fue un cambio de era seguramente. No sabemos si en un año pagaremos nuestras medicinas que curan nuestras enfermedades y nuestros vicios gracias a los cuales contraemos algunas de nuestras enfermedades con añejas pesetas. No sabemos si dentro de diez habrá por mor del cambio climático primavera, verano, otoño e invierno. Pero sabemos que la familia real española es una familia en términos (tóxicos) de Trabajador Social como disfuncional. De no ser rey, reina, príncipe, princesa, infantas y duques, serían carne de servicios sociales, de psicólogo, de educador, de Centro de Día.

   El Duque (o ex Duque) de Lugo, un señor de aspecto estrafalario, ex marido de la Infanta Elena, todavía sufre las secuelas de un un ictus. Fue conocido por su vida desordenada y sus negocios como consejero de lo que sea en grandes empresas, que ahora andan de capa caída desde que el divorcio de la infanta supuso su exclusión de la gran familia real empresarial. El Duque (todavía) de Palma está implicado en una trama de corrupción. Se le investiga además por evasión fiscal. En cuanto a la Princesa Letizia, cuando se casó era una joven periodista. Ahora tiene un aspecto diferente e inquietante. Su desparpajo ha sido cercenado por el férreo protocolo. Algunos se preguntan el por qué de su extrema delgadez. Su suegra, la reina Sofía, fue retratada en un libro publicado hace unos años por una periodista de derechas como homófoba, superficial y desinformada. En cuanto al monarca, lo último ha sido golpearse con una puerta, que debía tener la fuerza y eficacia pugilística de Manny Paquiao. Por último, el Príncipe Felipe, heredero de trono de España o lo que quede de ella, está tan en su papel que, como dirían las abuelas, se diría que ni siente ni padece. Salvo el caso del ladrón, el resto de los personajes no necesariamente deben de ser censurados, pero ¿deben ser financiados?
  Hubo un tiempo en que todos hicimos bromas sobre la infanta Elena. Sí, todos sabemos cuales.Y sin embargo; ¿y si Elena, injustamente excluida del trono en esta España que va de igualitaria, es el futuro de la monarquía? Tiene un bonito nombre y siente los colores. No es que me importe mucho el futuro de la monarquía pero, ¿qué quieren? ¿Seguir hablando del paro o de la prima de riesgo?

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