14 febrero 2014

¿Por qué nos gusta tanto el amor?

  Julio César gritó (siempre supuestamente) en el momento de su asesinato: "¿Tú también, Bruto?". No me extraña que alguna/o mientras lee con estupor estas líneas esté pensando: "¿tú también (omito el señor porque no te lo mereces) Gordo?". ¿Tú también te pliegas a la moda melosa y mercantilizada de San Valentín? ¿No te estás plegando a hacer lo que sea con tal de añadir un puñado de seguidores en tu Facebook? ¿No te estás vendiendo, corrompiendo, "rajoyinzando", "wertizando"? Calma. Más calma. El amor puede (en ocasiones) ser menos interesante que ver un buen partido de fútbol con una cerveza o que asistir a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Chicago o de Arcade Fire, pero no por ello carece de interés.

  Ya que me he descubierto como un romántico empedernido, que voy dibujando corazoncitos por váteres y ascensores, daré mis razones yendo de menos a más. El diario Información de Alicante publicó las doctas opiniones de un especialista en psicología del Hospital Quirón de Murcia. De acuerdo con este experto, el enamoramiento reduce el estrés crónico y el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Al estar enamorado, sostiene, baja la producción de hormonas como el cortisol paliando los efectos del estrés crónico. El experto afirma que el amor favorece positivamente nuestra sensación de felicidad.

  Cualquier profano puede observar que: a) O el experto es un optimista impenitente o, b) Ha tenido él y sus pacientes mucho éxito en materia de amor. Casi todo el mundo ha experimentado y algunos no paran de hacerlo, la sensación de estar enamorado y no ser correspondidos. En ese momento las hormonas responsables de bajar el estrés y aumentar la autoestima se exilian a Siberia, dejándonos con sensación de llanto, ganas de comer o incapacidad para hacerlo y a merced de las enfermedades cardiovasculares y de las canciones de Maná o aún peor, de Estopa.


  Con permiso del experto, creo que ahí radica el misterio. La gracia no está en saber por qué nos gusta tanto el amor cuando nos corresponden, sino por qué nos sigue gustando cuando no nos hacen ni caso. Es más, ¿por qué nos sigue gustando lo que nuestro cerebro interpreta como amor cuando el objeto amado nos ignora, o aún peor, nos engaña o aún mucho peor, se convierte en un individuo francamente peligroso?


  Si nuestro amor se ha ido con nuestro dinero a Brasil y nos ha dejado sin pagar facturas por un montante superior a cuatro ceros, podemos concluir que no nos aman; pero a veces saberlo es tan difícil como entender el recibo de la luz. En la divertida y excelente novela de Julian Barnes "Hablando del asunto", tres personas hablan, fabulando como solo lo podría hacer un británico, sobre el amor que han compartido. Lo que para uno fue un mortecino paseo por el campo, para otro fue una experiencia cercana al orgasmo. Lo que para una había sido una claudicación a la caridad para otro una conquista sin par. ¿Quién tiene razón? Hagan juego y apuesten.

  Más que ninguna otra cosa el amor está en nuestra cabeza. Una cabeza que se parece a un apartamento. En ella hay residentes permanentes, fantasmas, visitantes, ladrones, fontaneros sin escrúpulos, vendedores de biblias, vecinos fastidiosos o tipos que están a punto de llegar pero por una o por otra razón no acaban de coger el taxi o pierden el en último momento el avión. Pero es un apartamento que, ya sea de presencias vivas o de meros espectros, siempre está lleno, me atrevo a decir para todos, incluso si nos hace salir las hormonas más nefastas por las orejas y el orto. 

  Hace años trabajé en una residencia de Tercera Edad. Un señor que poco después fallecería tenía un tatuaje con nombre de mujer (sí, como en la copla). ¿Su esposa? No, una mujer que conocí hace más de treinta años. Creí ver una lagrimilla que corría por su rostro. No era una abuelo senil, era un tipo bragado, como se decía antes. Me pareció tan romántico como estúpido, tan tierno como tóxico y todavía no me termino de decantar por una u otra opción.

  Es posible que a fin de cuentas el amor sea, como dice Woody Allen, una distracción que permite que no pensemos en la vida. Y así lo muestra genialmente en su última película. Claro que, ¿vamos a fiarnos de un cineasta que ha sido acusado de abusar de su hija adoptiva? Como decía Groucho; ¿a quién va a creer, a mí o a sus propios ojos? Mejor fiémonos de nosotros mismos, seamos todo los felices que nos sea posible y no nos fiemos demasiado ni del amor ni de los partes meteorológicos.






El humor está aquí, en alguna parte
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7 comentarios:

  1. El amor y el sexo (por favor no confundir) estarán en nuestra cabeza, pero la desilusión y desinterés patente del contrario hacia nosotros, nos duele en el corazón.
    El amor nos atrae al mismo tiempo que nos pone en alerta, porque tenemos la certeza de que por una razón u otra acabaremos sufriendo, llorando o dibujando corazones de tiza en la pared, y aún así no perdemos la esperanza de que algún día el AMOR llegue a nuestras vidas poniéndolo todo patas arriba.
    Que los enamorados celebren todos los días su amor, dicen que es lo que mueve el mundo, ¿no?.
    Magnifico post.
    Gordi Love.

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  2. Allen lleva más de 20 años casado con la misma mujer. Igual "el amor" al final es algo más que una mera "distracción", incluso para él. El enamoramiento es una estupidez humana, un fallo técnico. El amor es un lujo, algo especial y poco probable. Lo demás es mero conformismo y miedo a estar solo. SF.

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    Respuestas
    1. Me refería a la hija adoptiva que ha denunciando este mes los presuntos abusos y no a su mujer.

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    2. Y yo me refiero a su mujer, no a su hija. Que para ser tan escéptico del amor lleva toda la vida casado y tan a gusto. Respecto a los presuntos abusos, no me los creo, al menos de momento. He aquí el ejemplo de que el "amor" se sale de lo convencional... casado con su hija adoptiva y denunciado por otra.

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  3. The worse love as always is Unrequited, a pain that the soul cannot bear.

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  4. El amor, siendo sarcástico, es un invento de los pobres para follar gratis.

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