11 febrero 2014

Las dos Españas de los Goya

  Puede que la gala de los premios Goya que tuvo lugar el pasado día 9 pudiera resultar aburrida tirando a plomiza, pero de ella, en mi humilde y rolliza opinión, se pueden extraer conclusiones muy interesantes sobre este país, aún llamado España.  No digo que la gala nos retrate como una cámara de HD, pero quizá sí nos retrata como en un daguerrotipo, que diría Manuel Vicent.
  No quiero pecar de gurú iluminado. Aunque hago deporte y mis intestinos trabajan al ritmo del mejor bebedor de bífidus de la región. No tengo por qué ver cosas que los demás no, pero a veces es que las cosas están a la vista, son obvias, y como lo son, nadie cree que sea necesario nombrarlas. Para los amantes de lo obvio y el arroz a banda, ofrezco por el precio de un voto en el concurso 20Minutos, mis conclusiones. A quien no les guste, les ofrezco por el voto en el concurso, la oportunidad de llamarme mentecato con total impunidad y mis bendiciones. Aquí van:
  1. El país que aún se cree dividido en dos. Una de ellas tiene que helarte el corazón y si no al menos hará que se te revuelvan las tripas. La izquierda y la derecha. Los progres y los fachas. Mirados de cerca por un espectador extranjero no están tan lejanos. Los primeros se creen en posesión de la decencia y las neuronas, y los segundos del sentido del orden y el secreto de la raya del pantalón. Su enfrentamiento es escenificado en los Goya, donde la profesión artística se alinea en masa con ideas más o menos izquierdistas. Los primeros son más sutiles en sus puyas, los otros tienen los canales de la TDT que huelen a calcetín sucio, pero a unos y a otros les encantaría meter al contrario un Goya por el orto, dicho en términos deliciosamente argentinos.
  2. Un país que se cree dividido en naciones (cuando interesa). Todo lo que parecen irreconciliables divisiones nacionales se tornan invisibles diferencias, cuando interesa. Gallegos, catalanes, vascos y canarios defienden el cine español. Resulta que todos son mestizos, que están casados con gente de todas nacionalidades y condición y son conscientes de que una industria micro no puede ser una industria inexistente. Conclusión: nación, corazón y cartera son siempre términos conectados y enumerados por orden de importancia.
  3. Un país que prefiere ignorar el nepotismo. La industria del cine es un negocio de familia, como otros muchos en España, donde el enchufe es la manera más adecuada para conseguir un empleo, sea en un banco, en una tienda de ropa, en un supermercado o en una película. La gala de los Goya tiene mucho de reunión familiar, como la tienen los del sector del mármol o los hoteleros.
  4. Un país de amargados que se creen divertidos. Los españoles se ven a sí mismos como gente divertida que ama la vida, o como diría Julio Iglesias, aman la vida y el amor. Es el cliché turístico. El estereotipo español del siglo XVII era el de un tipo austero que robaba quesos para alimentarse y cuando pudiera erigiría una iglesia. El caso es que a los españoles nos encanta quejarnos y exagerar nuestros males, como hizo David Trueba en la gala. Siempre somos los más pobres y donde más se roba. Un poco de modestia. Cuando nuestros corruptos sean como los chinos y nuestra pobreza la de Mali, será el momento de sacar pecho.
  5. Un país que aún se cree uniforme.  Uniforme en las élites, por supuesto. Todas las actrices están partidas por el mismo patrón. Delgaditas, morenitas, jovencitas y con sonrisa encantadora. Y lo mismo ellos. Todos hablan igual. Se mueven igual, iguales mohínes. Todos son intercambiables. Ni un árabe, ni un negro, ni un gordo, ni una gorda, ni un rapero, ni un gitano, ni un loco, ni un facha... Plano.
  6. Un país donde la gente no sabe hablar en público. Incluso el sector del espectáculo. Salvo honrosas excepciones (Trueba, Roberto Álamo, Natalia de Molina) no saben dar un discursito de agradecimiento sin leer un papelito que evite los desatinos y las digresiones disparatadas. La mayoría de los premiados se exhibieron en compañía de una cutre chuleta, requerida según su confesión, por la organización del evento. En el caso del presidente de la Academia, el señor Enrique González Macho, su incompetencia como lector alcanzó niveles exasperantes. Leyó rápido y con una dicción pésima un discurso largo y victimista. Lo leyó con el mismo sentimiento que pondría un notario leyendo una escritura y encima, acabó perdiendo el hilo sin saber si lo había leído todo o no. 
  7. Un país donde la derecha odia la cultura. El resentimiento visceral de la gente conservadora por la cultura tiene rasgos que van más allá de lo sociológico para ingresar en el terreno de la psiquiatría. En mi opinión la cultura importa poco en España a todos, no solo a ellos, pero es el sector decididamente más reaccionario con el pretexto ideológico, el que tiene menos empacho en mostrar su desprecio por la creación artística. Quizá sea puro resentimiento; los únicos artistas que han conseguido atraer a su causa en la última década han sido Norma Duval, Arturo Fernández y Leticia Sabater.
  8. Un país de "matones" y de cobardes. Matonismo es lo que pretendían hacer los artistas, amparados en la mayoría. Anhelaban que el ministro Wert acudiera a una fiesta con el propósito tomado de antemano de vapulearle públicamente, como si fuera el pelele de feria que tanto gustaba en los pueblos tiempo ha. Es de cobardes la ausencia de Wert. Su obligación era estar ahí, como lo era de la Casa Real. ¿Dónde estaban Felipe, Letizia, Elena, la Reina Sofía? ¿Para qué les pagamos si no es para ir a dar realce a actos como estos? ¿No habías dicho, Wert, que eras como el toro que te crecías ante el castigo? Lo sospechaba, sólo eres fuerte cuando juegas con ventaja, como los otros. Toro no, cabestro.
  9. Un país creativo. Y pese a todo España es un país muy creativo. Puede que se odie a los creadores, pero los ibéricos son adictos al cine, a la pintura. En cada pueblo de España hay al menos un bar y una banda de música o de danza y un equipo de fútbol. Son adictos a escribir, aunque no tanto a leer. Cualquier acontecimiento público tiene su inmediata réplica en vídeos y fotos, habitualmente de naturaleza sarcástica. Esa es nuestra esperanza.



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