07 diciembre 2013

Madiba

  No me quiero especializar en ese noble oficio periodístico de las necrológicas, pero cómo no escribir sobre Mandela. Por suerte existen personas como él. Por desgracia, deben existir figuras como Nelson Mandela. Hoy el planeta llora la desaparición física del abogado que contribuyó a destruir el sistema del Apartheid. Su hazaña personal consiste en no albergar rencor tras décadas —los mejores años de su vida encarcelado— (y en esa faceta no es menor el poeta español Marcos Ana). Su hazaña política, haber sabido convertir su excepcional capacidad personal en el motor político de la nueva y reconciliada Sudáfrica. Una tarea hercúlea que revela una inteligencia, determinación y corajes excepcionales. No está mal para un abogado.

  Su gigantismo moral es tan enorme (si es que puede haber gigantes pequeños) que su figura es apoyada por seres de todo tipo de pelaje. Entre los millones de personas que lloran sinceramente su pérdida y aprecian su legado, se cuelan como gusanillos en el intestino delgado otros individuos como el sátrapa y asesino que gobierna en Damasco, que se ha apresurado a invocar la herencia de Mandela, o el pícaro político español y valenciano Rafael Blasco. Todos, menos los del gobierno checo, se sienten obligados a rendir pleitesía a Madiba, curioso destino para aquel que durante años fue definido como terrorista.

  En su interesante libro "El factor humano" (título en español horrendamente copiado de la novela de Graham Greene), John Carlin, en el que luego se basó la película "Invictus" desvela, cosa que me sorprendió extraordinariamente, que Mandela no era ningún excepcional orador. Al contrario, tenía un tono discurtivo más bien monótono. No necesitaba la elocuencia para ser un líder mundial pero le hubiera descalificado para trabajar en la Renault como comercial. Pero, cuenta Carlin, tenía un encanto personal en el que sucumbían incluso sus rivales como De Klerk (contratado en la Renault).

  Traspasado cierto umbral, lo sabían de sobra los antiguos griegos, las personas dejan de ser personas y emparentan con los dioses. Ghandi o Mandela ya pertenecen al linaje de Ulises. Un titán para hacer una tarea que parece imposible. ¿Se imaginan un Mandela en Palestina o Israel? Quizá se necesite. Uno que dure lo suficiente para no ser asesinado.

  ¿Quién es el presidente de Suiza? ¿Quienes eran los primeros ministros suecos mientras estaba Mandela en Robben Island? Estos tranquilos y aburridos países no han necesitado héroes o al menos no héroes de la altura de Mandela. Qué bello sería un mundo sin necesidad de dioses y que las diosas sólo fueran de la fertilidad. Mientras tanto, al menos de cuando en cuando, la raza humana tiene un Mandela.

Gracias Madiba





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4 comentarios:

  1. Seguramente que donde esté habrá mucha más luz

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  2. Posiblemente no esté todo tan claro

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  3. En lo que sí que andamos sobrados, señor gordo, es en contraejemplos de Mandela. Sin ir más lejos, reparemos en nuestro propio presidente: Rajoy no tiene ni el más mínimo empacho en llorar a Mandela y justificar las concertinas. ¿Concertinas? Qué hermosa palabra para designar un objeto tan horrendo.
    Señora Flaca

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