12 diciembre 2013

El intérprete, el funeral y el Trasgo

  Dicen que la realidad supera a la ficción. Pero la ficción, que es mala perdedora, se suele vengar de la realidad y la convierte en parodia. Si lo propio de la realidad es la verosimilitud, la venganza consiste en hacer lo sucedido no solo increíble sino también risible. Para ello se vale de un Trasgo. Los pocos que lo han visto aseguran que se parece a Cristóbal Montoro, aunque otros le ven un aire más parecido a Sauron. La ficción herida en su amor propio envía de misión al Trasgo, que muta la realidad en esperpento. A veces un esperpento tan acusado que uno se pregunta si no vive en un mundo en donde el oxígeno ha sido sustituido por el humo de la marihuana.

Los españoles creemos, a veces con razón, que el Trasgo se ceba con nuestro maltrecho territorio histórico, estatal, imperialista, hermoso o cutre, según se vea. Pero no conviene nunca caer en el chovinismo, ni siquiera el chovinismo de la desgracia. Siempre habrá alguien más listo, más torpe, más guapo, más horrendo y desde luego más patético.

  Les supongo al corriente de la historia del supuesto falso intérprete de sordos que "actuó" en el funeral de Mandela: un tipo cuyos conocimientos de la lengua de signos son tan amplios como los míos sobre buenos modales. Observo, y no soy el único, una similitud de su bufonada genial con la tragedia de las Torres Gemelas. Creo que todos (todos los raros al menos) habíamos imaginado alguna vez ese suceso. ¿Y si el tipo que está atrás gesticulando es un impostor? ¿Y si no tiene ni pajolera idea? ¿De verdad que los sordos se enteran de algo?

  Tenía una amiga que se presentaba siempre sin estudiar a lo exámenes. Cuando le preguntaba si esperaba aprobar invariablemente me respondía que sí, "porque ella era una persona optimista". Los repetidos suspensos que culminaron con su expulsión de la facultad no le han hecho cambiar de talante. Sin duda, el susodicho intérprete sudafricano, pertenece a esa venerable estirpe de los optimistas recalcitrantes. "Veo improbable que entre más de cien millones de espectadores de todo el mundo haya sordos y si los hay, serán demasiado vagos como para denunciarme".

  Tirando del hilo se ha sabido (y no era de extrañar) que al parecer el tipo es un fulano de cuidado. Que ya había realizado sus "performance" con anterioridad. Que alegó en su defensa, pese a no tener ningún conocimiento del idioma de signos, haber sufrido un ataque de "esquizofrenia". Que tiene un pasado violento y además había sido ya denunciado por los sordos pero, ¿quién hace caso de los "diversos funcionales"? ¿Y si solo es un santo varón que se comunica con los ángeles?

  Los historiadores y antropólogos han estudiado la importancia de los ritos funerarios, pero alguien debería explicar por qué son escenarios tan propicios para el sainete. Algunos se ponen nerviosos y en vez de llorar al difunto ríen como hienas, pero ahora sabemos que hasta a los líderes mundiales les da por hacerlo, en vez de comportarse como plañideras,  tal y como exigía el guión del funeral del Gran Hombre. Para los optimistas, nada criticable, era un homenaje a la vida, él no hubiera querido tristezas en su funeral y otros tópicos del insoportable buen humor.

  Sea como fuere: ¿A que son capaces de contar al menos un detalle chusco que hayan presenciado en un funeral? ¿Será que la presencia de la muerte nos convierte en caricaturas o es que el Trasgo se complace en arruinarnos los momentos de mayor solemnidad? ¿Siempre fue así? ¿Hasta en los sacrificios aztecas había alguien se comía la víscera que no tocaba y todo el mundo se partía la caja de risa, para desesperación del Sumo Sacerdote? ¿O es que acaso nuestra postsociedad lo ha banalizado todo y toda solemnidad que no sea la de la Champions League se ve ya como fuera de lugar? Ni idea.

Descansemos en paz


El humor está aquí, en alguna parte
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1 comentario:

  1. Esperpéntico es poco. La sociedad entera hoy en día es un esperpento, un sainete. Grandes hombres que mueren y líderes que lo adulan pero no seguirán sus enseñanzas, no imitarán sus actos, no enseñarán en el colegio quién era. Quedará relegado como Ghandi a personas "buenas y luchadoras" pero meramente anecdóticas. El "poder" no seguirá su ejemplo de vida.

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