14 noviembre 2013

Por otoño, Woody Allen

  Woody Allen tiene la gran cualidad de hacer una película al año. Algunos dirán que tiene el gran vicio de hacer una al año, pero para los que somos aficionados a las películas de Allen es una bendición, algo así como las fiestas de Moros y Cristianos o la peregrinación anual a la ermita de tu pueblo (caso de tener pueblo con ermita). Por supuesto que estas entregas anuales tienen sus inconvenientes. De vez en cuando son sublimes, muchas son rutinarias y sólo una (a la que Alá confunda) directamente horrible. Pero a mí me da igual. Son mi cita ineludible del otoño, que es cuando Allen estrena sus películas en España. Me explicaré.


  Mi ego funciona de la siguiente manera:  elaboro hipótesis sobre las cosas que me pasan y las que no. Una vez elaboradas se las aplico a los demás. Pues bien, respecto a la relación con Woody Allen mi hipótesis es la siguiente: Si un neurólogo me conectara unos electrodos o como se llamen los aparatos que tengan ahora y me los aplicaran en el cerebro mientras veo una película de Allen, vería que se estimulan zonas vinculadas al placer. Si luego me pusieran a comer croquetas de mi madre, el científico español (posiblemente con empleo precario), descubriría que se activan las mismas zonas de placer. Dicho de otro modo, mi placer por ver películas de Allen va más allá (o está en otro lado) que mi gusto por el cine. Como toda hipótesis, tiene sus fallos. Entiendo que haya gente a la que no le guste Allen pero, ¿a quién no le van a gustar las croquetas de mi madre?

  Hubo un tiempo, que vamos a llamar de post-adolescencia, que no de juventud, que yo me sentía una especie del Alter Ego de Allen: hipocondríaco, obsesionado por el amor y las mujeres y ocurrente. Además soy miope y si me lo propongo puedo ser bajito. Me resulta curioso porque no creo que haya un tipo más diferente a mi. Si uno lo ve con detenimiento se da cuenta que Allen es yanqui por los cuatro costados. Igual la idea parece tonta, pero dejen que me explique antes de romperme la cara  y luego, procedan.

  Se repite como un mantra que las películas de Allen son más vistas en Europa que en los Estados Unidos. Además Allen siempre ha manifestado su admiración por directores como Buñuel o Bergman. Pero Allen es un neoyorkino de pura cepa. Su admiración  por Europa es la que muestra el turista. Como muchos de sus compatriotas es capaz de conocer a los otros, pero siempre será impermeable a la cultura extranjera. No hay más que ver la infame película rodada en España (cuyo nombre me niego a reproducir).

  Allen nos vende, pero no es uno de los nuestros. Puede que las neurosis de las que habla, las inseguridades, el amor perdido o que nunca se tuvo, el miedo a la muerte, sea algo que compartamos. Pero al menos servidor, nunca visitará los espléndidos apartamentos en el West End o los clubes londinenses, el refinado ambiente de neuróticos y ricos personajes. Puede que Allen admire el cine europeo, pero es el heredero del glamour elitista del cine clásico de Hollywood.

  Ahora vuelve con Blue Jasmine. Dicen que es una película más oscura. Me gusta el Allen feliz que hace películas disparatadas como "La maldición del Escorpión de jade" (The curse of the Jade Scorpion, 2001) o "Scoop", (2006), pero prefiero el Allen oscuro y algo nihilista de "Delitos y faltas" (Crimes and misdemeanors, 1989) o "Mach point" (2005). De modo que esta vez deje de hacer turismo europeo y vuelva a la penumbra, me viene bien.


Lo disfrutaré, y hasta la próxima. El dios judío de Brooklyn quiera que el próximo otoño.

El humor está aquí, en alguna parte
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4 comentarios:

  1. Me alegro de esta coincidencia, soy un apasionado de Woody Allen o mejor, lo era, desde sus primeros balbuceos (ya soy viejo) hasta hace unos años, en que el asunto alimenticio se impuso sobre el artístico e hizo, entre otras, esa película de nombre imposible que infelizmente no es la única pifia, pues creo que fue la del año pasado, esa sobre Roma, la que también me produjo acidez por varios días, allí no había nada del Allen que conocí. Todavía me río al recordarle en sus primeros tiempos tocando el cello en una banda callejera arrastrando una silla con él. Yo, que no compro DVDs nunca, tengo todas sus obras hasta ese bodrio del que hablamos. He llegado a pedir al cielo que deje de hacer películas, por duro que me resulte, antes que mancillar de nuevo su curriculum.
    En fin, me prepararé para ver la de ahora y espero no sufrir mucho.

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  2. Woody Allen es de mis favoritos y me ha gustado mucho Blue Jasmine, la recomiendo. ¿No le gustan los hermanos Coen?

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  3. Me gustó. Hace bien lo que sabe hacer. Usar el humor negro y la sátira para tratar un tema facilón y de actualidad. No es su obra maestra y además el papel de Banchett es un poco pesado, muchos clichés. Mucha obvia inestabilidad. Tu artículo mola!! Lo quiera el dios judío de Brooklyn. jeje

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  4. Confieso, señor Gordo, que he sido una chica mala y he ido a ver la peli, ignorando las advertencias de mi crítico de cabecera favorito: el docto señor Boyero. Ha sido una transgresión afortunada: la peli merece la pena. Eso sí, hay que hacer abstracción de que se trata de una peli de Woddy Allen. Dicho en sus términos, no son las croquetas que uno esperaría que le hiciera su mamá; la receta ha cambiado.
    No quiero hacer un spolier, así que, aunque resulte un tanto críptico, sólo diré que vale la pena que nos muestren cómo una persona puede llegar a ser, a la vez, víctima y verdugo de sí misma. Eso sí, sólo mostrarnos el asunto, sin discurseo o moralina de por medio: peli no apta para menores de edad neuronales

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