18 septiembre 2013

Saber perder

Jib Peter
  Me he pasado la vida perdiendo: he perdido paraguas, carteras, relojes y raquetas de tenis. También he perdido oposiciones, amantes, amigos, trabajos y novias. He perdido llaves y direcciones. Un día incluso perdí un calcetín, mientras que el otro seguía intacto en mi pie. Nunca apareció y ni siquiera me mandó una postal. Así que tengo simpatía con la cofradía de la Virgen de los Derrotados. Es cierto que algunos que pierden hacen todo lo posible por no ganar. Otros está bien que pierdan, pero aún así el perdedor es mi favorito en las apuestas.

  Los sociólogos electorales cuentan con fruición que son solo capaces los que han estudiado esta disciplina, tan cercana a la entomología, el siguiente experimento. Cuando se les pregunta a los electores qué han votado en unas recientes elecciones, las cuentas no cuadran. Siempre aparece una desviación favorable al partido que ganó las elecciones. Conclusión: igual que algunos ocultan su voto antes de las elecciones otros engañan al encuestador y dicen haber votado al partido ganador.

  La derrota es como un tipo al que le huele el aliento. Resulta no solo desagradable, eso sería tolerable, el problema es que es embarazoso. Los estadounidenses, a los que se les califica como alérgicos a la derrota, crearon hace tiempo el concepto de "oportunidad". La derrota, los problemas... no son inconvenientes, sino oportunidades que debidamente gestionadas nos colocarán en el camino del éxito. ¿No han recibido ese gracioso gráfico de las derrotas? Mientras para el pusilánime la derrota es el final del camino, para el triunfador no es más que una pequeña estación que lleva hacia el triunfo, de la misma manera que para ir desde Alicante (Spanish State) a Barcelona (Catalonian State) hay que pasar por Tarragona (another city of the Catalonian State).

  La pseudofilosofía del deporte de competición que ha sustituido a la religión, de la misma manera que el escudo del Barcelona o del Real Madrid al crucifijo, nos ordena a intentar las cosas en las que fracasamos una y otra vez. Hay que llegar a la meta, aunque sea a rastras. Ya nos inyectarán suero y aquarius. ¡Nunca te rindas! Sube al Everest a pata coja, vete nadando de Cuba a Florida, corre trescientos kilómetros en tres días. ¡Ay la superación personal! ¡Ay la victoria!¡ Qué pereza!

 
El humor está aquí, en algún sitio
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2 comentarios:

  1. Lo que tú proclamas en este artículo se llama resignación. La resignación es el opio del pueblo después de la religión. Es lo que nos enseñan y hoy en día se pasa el extremo opuesto: corre Forrest corre!!

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  2. En ocasiones uno pierde aquello que descuida, que pierde de vista, que olvida o maltrata de una manera u otra. Lo malo no es perder, lo jodido es no volverlo a encontrar cuando te das cuenta que era importante y que ha desaparecido para siempre. El calcetín incluido

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