02 septiembre 2013

Mind the gap, please

  Algunos dirán que lo que verdaderamente une a dos personas es compartir los malos momentos o que alguien te sepa escuchar (tus rollos y monsergas), o que "esté a tu lado" —como Rajoy con Camps (aunque Rajoy, como luego quedó en evidencia, estaba también detrás)—. Para mí, lo que de verdad une es compartir una broma, y cuanto más incomprensible y tonta mejor. Yo descubrí hace años una de mis "gracias" favoritas bajo tierra.

  Fue en mi época de estudiante despistado en Londres. Me encantaba escuchar la advertencia del almuecín subterráneo tronando en las estaciones: "Mind the gap, please". —No metas la pata en el hueco, por favor—. El tono de la advertencia era deliciosamente "british". Entre paternal e irónico (¿vas a ser tan bobo de meter la pierna entre el vagón y el andén?). Un día me di cuenta que mi amiga Christina Maurer, a quién conocí en aquella época en Londres, también se moría inexplicablemente de risa con el "Mind the Gap" (o me seguía el rollo) y durante una época convenía decirlo unas cuantas veces al día sin que viniera a cuento. Mind the gap, mind (dejando arrastrar la d) the gap.... Please.

  Más tarde descubrí, algo decepcionado, que la frase era un mantra londinense que se repicaba también en camisetas, chapas y otra quincallería para turistas. Por suerte ya estaba en mi patrimonio semiprivado de "cosas-que-te-hacen-gracia-y-no-sabes-porqué". Es cierto que en el metro Madrid existe una versión larga y femenina, deleitablemente entonada en algunas estaciones, que nos recuerda que la estación está en curva y que no introduzcamos el pie entre coche y andén. Le podemos dar la medalla de plata, pero no es "Mind the gap". 

  Por eso me estremeció la historia publicada el pasado marzo en el diario "El Mundo" y que mi hermano Antonio me ha hecho llegar. Resulta que el metro de Londres, por razones técnicas pero posiblemente aconsejado por algún desaprensivo salido seguramente de alguna pestilente escuela de negocios, había suprimido el mensaje de sus estaciones, la última de las cuales fue Embankment. Pero la viuda de Laurence Oswald, el actor que grabó el mensaje y fallecido hace años, seguía yendo todos los días a la estación para escuchar la voz de su difunto marido. Desconsolada al ver que suprimían la grabación de todas las estaciones, escribió contando su historia a la compañía del metropolitano londinense, quien se comprometió a estudiar el asunto (en España hubiera sido multada por intromisión en la gestión interna de los transportes o algo similar). 

  Comprendo perfectamente a la viuda, unida para siempre a la formidable voz de su marido aún viva entre vagones, "commuters" y músicos callejeros. Ignoro en qué ha quedado el asunto, pero estoy dispuesto, si hace falta, a hacer una cadena humana en cualquier estación de "The Tube" para pedir el regreso la voz de Oswald. Por otro lado, su mensaje es más pertinente que nunca, y no solo en el metro, como demostrará septiembre.


 
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4 comentarios:

  1. Que bonito. Yo viví en Londres hace un muchísimos años y la frase también me chocaba. Me gusta el humor inglés y me acabas de recordar un libro, que compré por aquel entonces y que, me hacía mucha gracia, creo que se llamaba HOW TO BE AN ALIENS? ¿Lo conoces? Quizá mi memoria me traiciona, porque hace casi cuarenta años que viví allí y mas de 25 que no recordaba el libro. Un placer leerte.

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  2. Muchas gracias por tu comentario Julita. Sí, me suena el libro pero no lo he leído. Lo buscaré.

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  3. http://en.wikipedia.org/wiki/How_to_be_an_Alien

    Creo que es este

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  4. Historias como esta deberían salir todos los días en las noticias, las hay a millones ¿por qué no mandan más periodistas, y así les dan trabajo, a cubrir y buscar cosas así? Son buenas historias de las que se aprende y se les puede sacar partido, incluso poner a más de uno colorado.

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