29 agosto 2013

Falsos viajes: Tanzania y Zanzibar 1

  Libro 1. Capítulo 1. Parte 1.  Lo que es Tanzania en sí (aunque Zanzibar también es Estado Tanzanés, que diría un nacionalista catalán).

  En los grupos que se alistan a esta clase de vacaciones en países exóticos siempre hay un tipo pintoresco, un mamarracho (si se permite la expresión, que no es todo lo peyorarativa que quisiera) vestido de explorador, rigurosamente disfrazado de Coronel Tapioca en su versión de Gregory Peck en "Las Nieves del Kilimanjaro". En nuestro grupo, por supuesto, también había uno: era yo.

  Yo siempre había pasado las vacaciones en Oropesa de Mar. El límite sur de mi mundo era Conil de la Frontera y el norte Disneyland París. ¿Qué hago en Tanzania? ¿Un divorcio de por medio? ¿La crisis de los cuarenta? ¿La lectura febril del "Corazón de las Tinieblas"? Triste es decirlo, pero fue un documental de La 2. Vi a los ñus del Masai Mara y eso me removió. ¿Y si los ayudara a pasar el río y salvarse de los cocodrilos? ¿Me olvidaría así que me dejó mi mujer, no por mi mejor amigo, sino por un "grupi" a lo Mario Vaquerizo? Sí, dije. Entré en Internet. Vi una página con un hipopótamo y sin leer mucho más pinché las fechas disponibles. Dos mil pavos del ala.

  En cuanto aterricé en Tanzania me di cuenta que todos los parques nacionales que había estudiado eran de Kenia y Botswana. Un compañero del viaje, un asturiano que llevaba una camiseta de Fernando Alonso, y que sólo hablaba de Fernando Alonso, me tranquilizó. —Los bichos son iguales en todas partes, como los rivales de Fernando—.

  Afortunadamente llevaba un libro en el morral que hablaba también de Tanzania. Me dio tiempo a a empollarme un poco el volumen de Javier Reverte (aliviado porque él también vestía a lo Coronel Tapioca). Así llegamos a Dar es Salam (los allegados la llamamos Dar). Un guía local llamado James y que había estado viviendo en Torrevieja hasta que la policía le expulsó, nos recogió y nos llevó a un hotelito muy limpio donde el agua salía de 8 a 10. Le dije que había leído que los habitantes de Dar eran afectuosos y que había decidido darme un garbeo antes de irnos mañana  a ver el Cráter de Ngorongoro. —Sabe que el seguro no cubre los accidentes por imprudencias, entonces usted mismo. Pero si va a lo que me parece, póngase condón y si le sacan un machete, corra—.

  El tal James no me caía bien. Ni yo era un putero ni Reverte un farsante. Temblando como un colibrí avancé por las calles dispuesto a ser destripado por cualquier negro, blanco o marrón. Por primera vez en los últimos diez meses me olvidé de mi mujer y me acordé de mis intestinos. La prudencia dice tomar el camino de la gente. Pero la gente iba en todas las direcciones. Me adentré en un barrio (o era el centro de Dar) que se parecía mucho al lugar donde hice las prácticas de educador en Alicante, sólo que un poco más limpio. Aquí también los arquitectos causaban estragos. Al cabo de un rato me tranquilicé. La población me ignoraba. Envalentonado decidí confraternizar con los locales.

—¡Hola. Soy de Catalonia, en el Estado Español! Messi, Barcelona, Félix Millet...—. Por fin, este nombre hizo reaccionar a un sujeto que bebía una cerveza en lo alto de un sicomoro.
—¡A ese lo conozco! Me cobró seiscientos mil euros por su Madame Butterfly.
—¿Es usted tanzano?
—No, soy el consuegro de Millet. ¿Por qué uno no se puede librar de tipos como usted ni emigrando a África?

 Bajó de un salto, se perdió entre la multitud y ni siquiera le pude preguntar cuál era el plato típico de Dar o dónde tomarse un buen Gin Tonic. Así que me fui de vuelta al hotel, cariacontecido y recordando que mañana era día de safari fotográfico en el Ngorongoro y yo era alérgico a los gatos.

Continuará si los masais no lo impiden...




El humor está aquí, en algún sitio
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7 comentarios:

  1. Me parece una vergüenza el tratamiento supuestamente "gracioso2 que ha dado de este país africano y de todos los que alguna vez hemos viajado hasta allí. Está claro que usted no ha estado allí nunca. ¡Rectifique ya!

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  2. Aprecio Señor Gordo un tufo neocolonial en su cuentecillo. Hágaselo mirar.

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  3. Estimado señor gordo. No comprendo, pese a ser usted yo mismo, su sentido del humor. ¿Acaso no tiene lectores para que comenten sus artículos? Por favor deja de comentarte a ti mismo o visita a un especialista. Fdo. Señor Gordo.

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  4. ¿¿¿??? cuidado con los gorilas, a más de uno se les cuelan en la habitación, también reptiles

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  5. ¿Cómo te atreviste a adentrarte por esos lujuriantes parajes sin padrino? ¿No sabías que Dahl ya las había pasado canutas allí, y que se fue medio pirado pero contento de irse vivo? ¿Ni que hay unas cosas llamadas mambas verdes que hay que intentar no atropellar como sea porque, si lo haces, se pegan un rebote que no veas, dan una la voltereta ninja y se te instalan dentro del coche cual cinturón de seguridad ecológico pero con temible boquita de piñón? Europeos locos...

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  6. Cuando sale ese rotulito que dice "Tu comentario será visible tras la aprobación" es como cuando alguien te dice "no, deja, que ya te llamo yo...", ¿no? ¡¡Aych!!

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