15 septiembre 2012

Juego y partido

  La pelota vuela por la pista.  Antes de llegar a ti su velocidad disminuye, cambia la trayectoria y aterriza en la línea. Aun así te ha dado tiempo a llegar. Metes la raqueta y llevas la mano hacia arriba. El rival está en la red esperando. Si volviera por allí la pelota, le daría un manotazo de arriba abajo, o quizá la peinaría suavemente lanzándola hacia uno de los lados. Sin embargo, la pelota se eleva. Parece que vaya a irse a las nubes o incrustarse en el cristal de algún coche aparcado en las inmediaciones.  Pero no. La bola traza una perfecta parábola. Durante milésimas de segundo, el rival se desconcierta, pero reacciona, se gira y esprinta hacia la línea de fondo mientras con el rabillo del ojo sigue la trayectoria. La alcanza, pero no la impacta con nitidez, y la bola acaba aterrizando en la red.

  Ni que decir tiene que el partido se acaba perdiendo, pero en realidad da igual. El tenis es un deporte hermoso. A cierta edad, o quizá siempre, un tenista aficionado no juega ya para ganar sino para crear una jugada imposible. Incluso con barriga, miope y calvo, uno es capaz de peinar la pelota y trazar un ángulo imposible. Este deporte te da la oportunidad de ser el mejor jugador durante al menos un segundo. El terreno de juego es de una belleza minimalista y melancólica. El tenista es siempre sensual gracias a la ropa y los movimientos. Yo me he enamorado de una docena de tenistas profesionales y aficionadas. Como metáfora es rica. El tenis te muestra que la suerte es cambiante. Que no siempre el mejor gana, pero nunca lo hará el que tenga menos empeño. Premia el talento pero también recuerda el papel del azar, como alude Woody Allen en Mactch Point. Es de los pocos deportes donde la duración del juego no está determinada de antemano. Este hecho lo convierte en una aventura, a veces angustiosa, como demostró Hitchcock en  "Extraños en un tren" (Strangers on a train, 1951), historia de Patricia Highsmith con guión de Raymond Chandler. De modo que ya saben. Si alguien en un partido de la tenis no gira la cabeza y mantiene la mirada fija, puede ser el asesino.

Tenis en el cine

  • Match Point. Woody Allen.  EEUU (2005)
  • Extraños en un tren. A Hitchcock. EEUU (1951)
  • Den Vita Sporten (El juego blanco). Roy Anderson. Suecia (1968)



5 comentarios:

  1. Buenas noche creo q para practicar casi ningun deporte hay edad, Como profesional si en todos Los depotes Como aficionado da Igual la edad. El deporte sea el q sea gustando te practicar lo la recompensa Es lo bien que te háče sentir te y lo relajado q te sientes cuando terminas. Primero te háče subir la adrelanina y luego te déjà Como Nuevo, aunque hayas tenido Un dia negacto, hay veces q despues de hacer deporte no solo no se ve tan nefacto sino q aveces te Salen hasta solucciones a problemas q antes no veias. Eso si siempre conjuntado el cultivo al cuerpo con el cultivo a la mente. Ademas lo que se disfruta viendo el deporte, aveces esta la sensacion Como de que fuese UNO mismo el q lo estuviiese haciendo, por eso tb tenemos en esos momentos Los dos estados y sentimos euforia. Muchas gracias por tu blog y por tus reflexiones háče q Los demas lo hagamos tb mas o menos acertados, pero siempre desde nuestro punto de vista y experiencia besos. Mjose

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  2. Amigo, Manolo. sutil post de un deporte bello, plástico, refinado y cervicalmente sano. Qué gusto esa tribuna de Wimblendon. El olor a hierba y los gemidos del esfuerzo, genial. Me quedo con el mejor W. Allen de la historia emulando al gran “Hitch”, “Match Point” Abrazos en Noir

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  3. No puedo estar mas de acuerdo. El tenis es un deporte elegante.
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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  4. Muchas gracias Pérfida y Alonso por vuestros comentarios. Cuando queráis jugamos un partido.

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  5. Me ha encantado el artículo, es más, diría que ha conseguido seducirme... me fascina la pasión con la que está escrito, y la forma tan descriptiva y emocionante que tiene de hablar del tenis... sin dudarlo, le daría un sobresaliente!

    Gracias por compartirlo :)
    Rodrigo Sánchez García

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