12 abril 2017

¿Soy el novio de la muerte?

  El video de los legionarios cantando "soy el novio de la muerte" en un hospital ante niños enfermos es ya viral por demencial. Al menos eso piensan miles de personas que han considerado, dicho en términos amables, poco apropiado, que los legionarios se presenten con esas pintas para cantar su himno. Además no venían solos, sino con una cofradía de Semana Santa cuyo nombre no recuerdo.

  Quizá convenga hacer un comentario de texto antes de seguir. El himno de la legión dice: Soy un hombre al que suerte/ hirió con zarpa de fiera/ soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tal leal compañera. Queridos niños: esperamos que pronto os cureis pero si no, haced como los legionarios, abrazad fuerte a la muerte y por Dios y por España. Hay que admitir que se trata de un mensaje desconcertante. Seguramente con buen sentido, las visitas más fuertes que se permiten a los niños enfermos son las de los payasos.

  Para muchas de las personas que han visto el vídeo, la situación creada es sencillamente disparatada. Pero estoy seguro de que los legionarios y los cofrades lo hicieron con toda la buena intención. Si uno ve el video no hay duda de que aunque las calidades vocales de los militares podrían se constitutivas de un delito de apología de odio musical, lo dieron todo en la ludoteca del hospital. No me cabe duda de que fueron a darlo todo y a ofrecer lo mejor que tenían y también los cofrades. Ahí reside el problema: en la completa descontextualización. Un anacronismo que va más allá del repertorio musical. A España aún le queda un camino largo por recorrer para garantizar la completa separación (también simbólica) entre la Iglesia católica y el Estado. Militares, cofrades y autoridades cívicas procesionando detrás de los pasos recrean una "performance" que cada vez casa menos con la realidad de un país plural, también en cuanto a las creencias religiosas.

  La legión española fue fundada a imagen y semejanza de la francesa por Millán Astray en 1920. En el cuerpo se alistaban personajes de turbio pasado que buscaban la expiación militar al perdón de sus pecados. Por supuesto el camino de redención nunca es fácil, como explica la película "Doce del patíbulo". Personas desesperadas y con todo perdido eran convertidas, tras aplicarles una férrea disciplina de palo y testosterona en fieros guerreros sin nada que perder, tan solo la vida.

  Desde entonces el sentido que se le da a la infancia, a la enfermedad y a la muerte es muy diferente. Probablemente hasta el más aguerrido de los legionarios se toma la temperatura cuando tiene fiebre y se nutre de aspirinas cuando tiene un resfriado. Pero lo simbólico permanece. La cabra, la testosterona danzando por encima de los pelillos de los brazos, los tatuajes intimidatorios que ya ha copiado la gran mayoría de la población, la actitud chulesca y desafiante, el ardor guerrero, el valor. Si a los niños les hubiera visitado un futbolista famoso (a ser posible que se hubiera recuperado con éxito de una grave enfermedad) todo habría sido diferente. La enfermedad se ve como un partido (que ya no como una batalla) que hay que ganar (nada de dejarse caer gloriosamente en brazos del enemigo) y que con voluntad (querer es poder) se puede superar.

  Los legionarios son portadores de valores morbosos pero colectivos, pero los seres del 2017 somos individulistas. Sin duda "el partido" contra la enfermedad lo jugamos con el apoyo de todo un "staff" de médicos/as, enfermeros/as, amigos/as y familiares. Pero se trata de una lucha individual. La muerte del enfermo puede ser conmovedora o incluso inspiradora, pero nada tiene del glorioso enfrentamiento con el enemigo, de la entrega por tu ejército o tu país. Me mataron pero me llevé antes a veinte por delante. 

   Hay que admitir que la muerte como recompensa es algo que no se creen ni los devotos. Es verdad que el folclore y el apoyo institucional ayuda mucho. España está llena ahora de pasos que en gran medida no son más que una glorificación morbosa de la muerte (del héroe) mientras que la madre (virgen) llora al paso de un redoble de tambores. Es verdad que nos tragamos todo porque nadie puede negar su componente artístico, porque se comen torrijas y se escuchan hermosas saetas, bandas de música, inquietantes vestimentas y capirotes. Estoy incluso dispuesto a admitir que los niños prefieren los legionarios a los payasos o incluso a los curas. Todo eso es verdad. Pero cercano está el día, si no ha llegado ya, en que se diga: ¿A qué  morboso individuo se le ha ocurrido la idea de que los niños vean a un tipo torturado y ensangrentado por las calles?



4 comentarios:

  1. A finales de los 90 apareció un cantautor llamado Javier Álvarez que tuvo un éxito fulminante y que en 2001 sacó un disco conteniendo "El novio de la muerte". Sinceramente, la letra me parece un cuento de hadas comparada con la de La Marsellesa, una pesadilla. La verdad es que no se me ocurriría llevar la legión a un hospital infantil, pero por favor, que no lleven a un futbolista porque eso me parece todavía más cruel, ¡prefiero la brigada acorazada!

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    1. Gracias por tu comentario. Me pones entre la legión y Javier Alvarez. ¿Puedo elegir la cabra?

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  2. No se, me crea sentimientos enfrentados este análisis. Declaro que soy médico, y puedo tener algún conflicto de interés. Excluyendo las connotaciones politicas que el asunto tiene, por un lado los simbolos de la legión de esfuerzo, sacrificio, coraje (que deben tener estos niños), y por otro la humanidad que no se les supone, creo que erroneamente. No me queda claro, creo que el análisis que se está haciendo es demasiado superficial...

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    1. Gracias Jorge. Pero me quedo con ganas de saber más a fondo tu opinión.

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