30 marzo 2017

Me alquilo como pelota

  Diremos que me alquilo y no me vendo porque de ese modo preservo un pedacito de integridad. La venta, todavía cuando la mercancía es uno mismo, tiene un componente demasiado fuerte y peyorativo. Hace años conocí a la primera persona que se alquilaba, por así decirlo, con todo cínico descaro. Alquilaba sus opiniones por dinero. Por supuesto había conocido a personas que aborrecían sus trabajos y que de alguna manera alquilaban su tiempo a cambio de sustento. Eso era un poco antes de que el trabajo se considerara más un derecho que un privilegio, por supuesto. Pero se supone que el funcionario que aborrece dictar diligencias de ordenación o los de atención al cliente que tienen que aguantar a todo tipo de chalados y engañados, alquilan su tiempo a cambio de su sustento.

  En realidad no hay una implicación personal en lo que hacen. Pueden redactar una orden de prisión, un embargo o la notificación de un fugado a Tombuctú mientras piensan en la paella del fin de semana, en las olas de Zarautz o en la enternecedora imagen de sus criaturas en una función escolar. Como los mafiosos recuerdan, con esos trabajadores, con la mayoría de los trabajadores no había nada personal, solo negocios.

  En cambio otros servicios no pueden, al parecer, prestarse sin manchar la dignidad personal definida por vete a saber qué instancia de dogma laica o religiosa. Por ejemplo alquilar el útero durante nueve meses para entregar un niño de encargo a una pareja que rebosa amor y dinero pero que no sabe bien donde poner lo primero y lo segundo. Ya no diré la que directamente alquila su cuerpo para dar placer a otros (casi siempre hombres). Ni que decir tiene que ese tipo de comercio se funda casi siempre en una radical desigualdad entre comprador y vendedor. En términos de derecho civil podría decirse que se trata de un convenio en el que se incurre en vicio del consentimiento, ya que una de las partes no es objetivamente libre. Algo así como cuando se aprobó la Constitución Española de 1978, aunque esa es otra historia.

  Después de su cuerpo, su útero (caso de tenerlo) ¿qué es lo más preciado que tiene un ser humano? Los anarquistas cantaban que el bien más preciado es la libertad. Añadían que hay de defenderla con fe y con valor. Vale. Pero en la época poscapitalista se puede hacer otra cosa. Alquilarlo. La mujer de un conocido se dedicaba a poner bien a ciertos productos y servicios (nunca supe bien cuáles) en las redes sociales. Como era una "influencer" seguida por miles o quizá cientos de miles de "borreguers" se ganaba muy bien la vida. Puede que hacer la pelota de forma profesional sea algo que a determinadas personas no les cueste, incluso que les sea placentero y natural. Ven a alguien con dinero y poder y solo se les ocurren cosas bonitas y conforme más bonitas cosas dicen más suben y otros a su vez se las dicen a ellos. Cosas como Susana presidenta.

  Los "influencers" del marketing se encargan de recordarnos que la reputación de las empresas y de los profesionales es su capital más valioso. Por eso no debe sorprender que sujetos como el aún presidente de Murcia contratara a profesionales para que hablaran bien de él en las redes sociales y allí donde alguien estuviera preparando una ensalada murciana. Por supuesto, la minuta de estos profesionales de pasar la mano por el lomo la pagaban con fondos públicos, que vale más la reputación que la cartera.

  Lo que más me molesta de estos personajes no es que busquen a fulanos para que hablen bien de sus inauguraciones, de sus dotes de mando, de su sensibilidad social, de su altura de miras, de su coraje, de su honestidad, de sus andares, nunca porcinos, sino más próximos a un miembro del Bolshoi. No me ofende eso o me ofende poco. Lo que de verdad me irrita es que no hayan contado conmigo.

  Por un módico precio Pedro Antonio será como el Alejandro Magno del Segura. Rajoy más atractivo que Justin Trudeu, Iglesias prudente como Ghandi, Soraya inteligente como Marie Curie, De Guindos no será un meapilas sino un místico como Desmond Tutu y Albert Rivera... Rivera sería algo, habría que pensarlo. ¿Cómo un pelota como yo, un subinfluencer urbano a caballo entre la generación viejuna y los que se levantaban para ver La Banda del Patio, ha pasado desapercibido? Habrá venganza y mi maldición será más terrible que la de la Aundiencia Nacional, ex Tribunal de Orden Público, ex Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo tiene con los tuiteros bromistas. Mi cólera será terrible y que así se escriba y así se cumpla, salvo ingresos a partir de 2 euros línea.



El humor está aquí, en alguna parte
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