17 enero 2017

Los nombres de las calles y de las cosas

  Recuerdo el nombre de la calle en la que viví por primera vez de forma independiente. Era mi dirección, no la de mi familia. Brockenhurst Avenue, Kigston Upon Thames. Surrey. Encima de ese nombre tan británico estaba mi nombre, y recibí el primer sobre postal (¿publicidad, una multa?) con arrobo. Después de eso he coleccionado unos pocos nombres, menos de los que me hubiera gustado. Plus Ultra. Curricán. Virgen del Lluc. Los nombres de las calles son importantes, pero la importancia es diferente para el residente que para el político.

  Decía Gabriel Aresti en su poema Mi nombre: "Cuando yo muera se podrá leer la siguiente inscripción en mi tumba. Aquí yace Gabriel Aresti Segurola. Descanse en paz. Pérez y López marmolista. Derio. Habrá también en la Biblioteca General de Vizcaya (si no me excomulgan antes) un libro, acaso (no es seguro), que nadie leerá, con mi nombre. No quiera Dios que pongan una calle con mi nombre a una calle de Bilbao".

  Javier Krahe se lamentaba irónicamente de que su nombre no adornaría el callejero de ninguna ciudad. Gabriel Aresti no tiene una calle en Bilbao, sino una avenida en el barrio de Churdinaga. Krahe, que yo sepa, no tiene calle, callejón, avenida o bulevar, pero sí tiene ya estatua y no sería de extrañar que pronto una calle, con su bar, su tintorería y su estanco.

  Seguramente Aresti no quería un nombre de una calle porque no hay nada más solitario e ignorado. Nadie se preocupó nunca de decirme quién era Federico Soto, que da nombre a una de las avenidas principales de Alicante, que siguiendo la costumbre local los lunes, miércoles y viernes es una avenida y los martes jueves y sábados un paseo. Cuando lo descubrí quedé un poco decepcionado. Ni siquiera era masón. Nadie repara en ellas salvo cuando se quieren cambiar. Quizá en una conclusión apresurada se podría afirmar que si te ponen una calle en vida o eres un canalla (razón por la cual Rosendo rechazó su estatua) o eres un deportista que ha ganado (o casi) un título o una medalla.

  En Alicante querían cambiar los nombres de las calles. Lo hacían en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. No es agradable tener que nombrar a personas que han participado en un régimen como el franquismo cuando das una dirección o caminas de paso a la panadería. Aunque no todos lo ven igual, Por ejemplo los concejales del Partido Popular en Alicante.

 Si usted no es español le daré el siguiente ejemplo. Imagine que pasea por una  calle en Alemania y se da cuenta, tras un ciprés, que lo hace por Goebbels Strasse. Pues bien, es lo que sucede en España. A partir de ahí están los que dicen que todo está olvidado y los que son partidarios de recuperar la "memoria histórica". Paradójicamente los que dicen que todo está curado, sanado y enterrado son los que se oponen al cambio de las calles y nombres de franquistas, como por ejemplo los miembros del Partido Popular en Alicante, y por eso y otras razones, como por ejemplo el perjuicio que se causaba a los vecinos, que no habían sido advertidos, presentaron una demanda con su medida cautelar.

El asunto leguleyo tiene su interés, y si tiene paciencia se lo puedo resumir con objetividad no exenta de gracejo. Resulta que el Ayuntamiento de Alicante procedió a cambiar los nombres de las calles en cumplimento de la Ley  de Memoria Histórica. Y sí, parece que era verdad, algunos vecinos no habían sido advertidos que pasaban de vivir en la Plaza División Azul para hacerlo en la de la Libertad. Y sí, el Ayuntamiento lo hizo antes de que la juez pudiera decidir sobre la medida cautelar. Una medida cautelar es una precaución que se toma de no hacer algo, antes de resolver el asunto, no sea que al hacerlo no se pueda deshacer o el daño sea tan grande que no tiene sentido deshacerla. Tiene un latinajo bonito para nombrarlo. Se llama periculum in mora que podía ser el nombre de una película de la saga de Bourne.

  El otro aspecto que se toma en cuenta para acordar una medida cautelar también tiene su latinajo (no peor que el anterior). Se llama fumus boni iuris (apariencia de buen derecho). ¿Quién dice que el derecho no puede ser poético? Viene a significar que lo que se dice tiene, al menos en principio, una base jurídica sólida.

  Por supuesto los partidarios del cambio de las leyes han despotricado contra la decisión judicial y han sugerido que la juez podría ser una seguidora en la sombra de los postulados del ilustre notario Blas Piñar. Los recurrentes están en cambio felices de que al menos por un momento la Plaza División Azul siga siendo azul y no de la Libertad... Dicen que no hay prisa ni urgencia para cambiar el nombre de las calles. Si Goebbels sigue aquí en el año 2017 ¿qué prisas tenemos? Dicen que la Ley de Memoria Histórica es de 2007. ¿Por qué es tan urgente?

  El Ayuntamiento quizá se precipitó y  es posible que debiera haber esperaado a que se resolviera la medida cautelar antes de subir a un operario a la escalera, con lo peligroso que es. Mientras tanto la oposición se alegra de no tener que vaciar el callejero de falangistas y militares sublevados. ¿Será de eso de lo que se alegran? La juez se ve obligada a tomar una decisión que jurídicamente es correcta pero que (como ocurre a menudo) ni da solución, ni  en el fondo es justa. ¿Deben ser los jueces los que decidan los nombres de las calles? ¿Qué nombres pondrían ellos? ¿Calle Castán Tobeñas? ¿Calle del TSJ? ¿Avenida del Otrosí? ¿Paseo Con la Venia? Sé perfectamente que nombres tendrían mis calles en Gordópolis. Calle Isaac Bashevis Singer. Plaza Julian Barnes. Bulevar David Bowie, Parque Eduardo Mendoza, Rotonda del Revés a Una Mano. Obviamente, mis sobrinas darían nombre a los lugares más emblemáticos, menos aquellos construidos por Santiago Calatrava. Barrio de Marta, Auditorio de Elena, Pabellón Joana.

 Mientras fanteseo, me doy cuenta de que los pocos supervivientes que quedan de la época no podrán tener la satisfacción moral de ver como los nombres de fascistas son borrados del honor del callejero y la gente... La gente nunca dará su nombre a una calle, todo lo más a una hipoteca, o a un torneo benéfico de dominó.

Por lo demás, para bien o para mal los alicantinos ignoran, en general, el nombre de sus calles. Rambla, Maisonnave y quizá alguna más, son nombradas y recordadas. Para el resto todo está un poco más arriba o más abajo del "Puente Rojo", que ni es puente ni rojo. No hay memoria, ni desmemoria, ni coordenadas. Solo cosas urgentes que hacer cada día para salir adelante (o para disfrutar por unas horas).




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