02 enero 2014

¿Optimistas contra pesimistas?

  ...Dirán en cuestión de personalidades, de talantes, de coraje. Pero es también de moda. Ser pesimista no es "trending topic". El optimismo es un requisito esencial en el equipaje sentimental de todos. Optimistas nos quieren Dios y el mercado, ellos sabrán por qué. También nos quieren así en el trabajo, las parejas, los hijos y Nespresso. Un optimismo cándido por supuesto. 

  «Dormía yo profundamente en mi lecho cuando quiso Dios enviar a los búlgaros a nuestro bello castillo de Thunder-ten-tronck. Pasaron a cuchillo a mi padre y a mi hermano y despedazaron a mi madre... Entonces me engañaba Pangloss cuando afirmaba que en este mundo todo marchaba de modo perfecto». (Cándido o el optimismo. Voltaire).

  Hubo un tiempo hace mucho mucho tiempo, un tiempo legendario, un mundo en el que no existía Internet y en que a las magdalenas aún no las habían camuflado con grasas supersaturadas y bautizadas como cupcakes, en el que los pesimistas estaban bien vistos. El pesimismo era lúcido. 

  «El año internacional de 1957 no empezó el primero de enero, empezó el miércoles nuevo, a las seis de la tarde, en Londres. A esta hora, el primer ministro británico, el niño prodigio de la política internacional, Sir Anthony Eden, el hombre mejor vestido del mundo, abrió la puerta del 10 de Downing Street, su residencia oficial, y fue esa la última vez que la abrió en su calidad de primer ministro». (Cuando era feliz e indocumentado. Gabriel García Márquez).

  El optimismo que hemos incorporado tiene una filiación americana convenientemente autocriticada: para eso no solo necesitaban de gotas de realismo, debían además ensuciarlo.
 
«Estaba sin trabajo. Pero esperaba recibir noticias del norte de un momento a otro. Me había echado en el sofá y escuchaba la lluvia. De cuando en cuando se levantaba y miraba a través de la cortina para ver si llegaba el cartero». (Recolectores. Raymond Carver dentro de ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?).

  Los británicos no comparten el edulcorado o violento (según los casos) talante de sus primos del otro lado del charco, y al menos (upstairs) no les gusta cargar las tintas (como hacen los de downstairs), incluso cuando hablan de la parca.

  «No creo en Dios, pero le echo de menos. Es lo que digo cuando se aborda el asunto. Pregunté a mi hermano, que ha enseñado filosofía en Oxford, Ginebra y la Sorbona, qué le parecía la declaración, sin revelarle que era mía. Contestó con una sola palabra: -sensiblería-». (Julian Barnes. Nada que temer).

  Ser optimista supone creer en el futuro. Es una lata en el fondo tener que vivir solo en el tiempo presente. Viajar en el tiempo es aún más emocionante que moverse por el universo: poseer a la vez el pasado y el presente.

  «Así, durante siglos, Geliun fue el único lugar del universo en el que había noche y día al mismo tiempo, gracias a la hazaña de aquél pueblo». (Joan Manuel Gisbert. Las leyendas del planeta Thamyris).

  Paradójicamente los que nos quieren optimistas nos bombardean con sus ficciones apocalípticas y los informes del Fondo Monetario Internacional, siempre ansioso de reformas.

  «¿Quieres un consejo? Sigue viva». (Los juegos del hambre. Suzanne Collins).

    A los mediterráneos no nos va el optimismo empalagoso. Oficialmente optimistas pero  furiosamente desconfiados. Del gobierno por supuesto, pero también de la administración, de los vecinos y el pescadero del mercado y del rendimiento futbolístico de los últimos fichajes. Desconfiados pero esperanzados.

  «Medio siglo después me acordé de don José María Malespina ,y dije: "Parece mentira que las extravagantes ideas de un loco o un embustero lleguen a ser realidades maravillosas con el transcurso del tiempo".
  Desde que observé esta coincidencia, no condeno en absoluto ninguna utopía y todos los mentirosos me parecen hombres de genio». (Trafalgar. Benito Pérez Galdós).


¿Será que lo nuestro es resistir? Salud y fuerza para todos, y si se puede, unión.





El humor está aquí, en alguna parte
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3 comentarios:

  1. En realidad es el pesimismo lo que nos salva, lo que nos impulsa a huir, a hacer otras cosas. Como a Singer. "En una forma perversa, fue su pesimismo el que lo salvó, al menos como escritor. Este pesimismo lo protegía de las distracciones políticas y de las terribles decepciones que paralizaron a tantos de sus compañeros". http://www.letraslibres.com/revista/convivio/bashevis-singer-el-fabulador-1904-1991

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  2. Muchas gracias por tu comentario y por el enlace.

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  3. Si. Creo que lo nuestro es resistir. nada tiene sentido y la maldad impera, pero yo también le diría a la muchachita, al menos por ahora, "Sigue viva." Ah, y a mi tampoco me gusta Saramago.

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