22 julio 2013

Días sin móvil

  Hace poco más de un mes, el escritor Javier Marías (ese al que algún lector del blog me acusa de tratar de imitar) publicó en su habitual espacio de El País Semanal un artículo (Esclavizados y Transparentes) en el que de forma resumida, venía a vanagloriarse de ser un apocalíptico de la tecnología (en terminología de Umberto Eco). O sea, sacaba pecho de tener un viejo móvil, y por supuesto de no utilizar "WhatsApp", ni "sms" ni otros engendros luciferinos. Ya sabíamos de antes que tampoco tenía ordenador. Hablaba de cómo amigos suyos perdían lastimosamente el tiempo enviando mensajes o leyéndolos, de cómo alguno de ellos tenían patéticamente que buscarse mañas y trucos más o menos chabacanos para desconertarse de su máquinas y de sus relaciones, a las que estaban enganchados, como los tipos de Matrix. Hablaba del mal. ¿Pildora roja o píldora azul?

  Y lo leí con gusto y me dije, qué razón tiene. ¿Cuánto tiempo pierdo yo leyendo y mandando mensajes, WhasApps, viendo vídeos de chistes, jugando a apalabrados en vez de leer a Joyce, visitar Córcega, o tratar de conocer a Teté Delgado? ¿Quién dijo que el infierno es que se cumplan los deseos? Dicho y hecho. El móvil (un LG —¿pero cómo te compras un LG?—) que había funcionado perfectamente dichoso en mi dedo, empezó a fallar. Primero pequeños retardos. Luego dificultades para cargar la batería, y por último imposibilidad absoluta. Hora del óbito 9:30 pm. Para más inri al comienzo del fin de semana.

  ¿Me sentí agobiado? No. Me sentí Marías. Libre  como Blesa y unplugged como Rajoy. Esa euforia, algo snob, duró un par de días, después vino una calma chicha, más tarde empezaron los pequeños inconvenientes. Estoy apuntado a un grupo de pádel y nos comunicamos por WhatsApp. Siempre el mismo día a la misma hora. Sin embargo al no dar señales de vida mis compañeros de pala cambiaron de lugar y también incorporaron un nuevo jugador para sustituirme. Descubrirlo me llevó una hora y 10 euros de gasolina sin plomo.

  Por tanto, me puse manos a la obra para encontrar:

  1. Una nueva compañía de telefonía.
  2. Seleccionar tarifas de móvil y ya puestos, de Internet.
  3. Adquirir un móvil (en términos técnicos, terminal).

Sabía que el mundo de la justicia era hostil, pero el de la telefonía es Somalia. Respecto al número 1, era incapaz de comprender cuáles tenían la cobertura que me interesaba y cuáles no. Por fin elegí una que parecía que sí, y resultó ser que no.
El número 2 es el peor. No entiendo las ofertas. Algunas tienen nombres de animales, debes contratar canguros y además ballenas para el 4G, que es algo que ha llegado, pero no del todo distinto al 3G que desconocía. Otras te hacen un combinado de siglas: IP más TF más MV (¿o era MTV?) por X dinero, siempre sin IVA. Respecto al núnero 3, la compra del "terminal", los intentos por no parecer un palurdo que no tiene ni idea de marcas ha sido infructuoso. Tres de cada cuatro vendedores (al parecer todos licenciados en Ciencias Medioambientales) me ha tratado de tangar. —¿Cómo era su móvil?— Blanco y con una tecla. —¿Qué marca LG? ¿LG S-505?— Sólo pone LG. —¿Y cómo se le ocurrió comprárselo?— Sí, ya me han reñido. 

  Han pasado casi dos semanas. Mis fines de semana son un triste periodo de soledad ya no aliviado con mensajes ni chistes del Fari. No hay invitaciones para ninguna actividad (ignoro si alguno la quiso hacer). No hay modo de volver a comunicar con los del pádel. No he ido al cine y si me caigo de la bañera, temo que me recojan ya cadáver el lunes por la tarde.

  El lunes en el despacho tenía un móvil. Mi hermana al rescate había liberado de urgencia uno, para que "al menos puedas llamar", me dijo. Me enteré también que hay móviles libres y otros que son como funcionarios. Mi hermana ya me ha buscado una tarifa. En resumen, mi hermana me ha rescatado de estar en medio del océano como naúfrago tecnológico.

  ¿Y qué fue de mis contactos? Estará lleno el buzón de mensajes, llamadas perdidas y WhatsApp. Con sorpresa compruebo que sí "al principio" pero no en los días finales. He calculado que los clientes y amigos tardan entre seis y diez días en olvidarte. Algunos pasan primero por fases que oscilan entre la negación, el rechazo, la ira y por fin la indiferencia.
  • Conclusión uno: Aunque tenga que dejar de comer nunca dejaré de estar conectado.
  • Conclusión dos: Marías tiene mujer, novia, secretario, ayudante, editor o quizá una legión de todos ellos, provistos de los más potentes smartphones. 




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6 comentarios:

  1. Me uno a su canto. Pero añado: qué amigos no aguantan seis a diez días?. Lo que me hace preguntar, ¿cuántos amigos se perderían si se fuera la luz?.

    Una reflexión entre jocosa y triste. Una loa a las relaciones online.

    Un saludo

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  2. Muchas gracias. ¿Si se fuera la luz? Sospecho que aguantaría más la leche sin cortarse.

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  3. Un artículo magistral, donde sabe plantear las prioridades de nuestro entorno...

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  4. Siempre nos quedará tocar al timbre, jeje!!
    Pero seguro que alguien ha intentado echarte un cable antes de que tu hermana te salvara de la incomunicación ;)
    De todo se aprende.

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  5. Jajaja, más razón que un santo. Supongo que por eso las compañías telefónicas son un infierno, son nuestra necesidad y haber, no hay tantas.

    Un saludo.

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  6. Un verdadero placer leerte y difundir tus comentarios. Yo pienso que quizá Javier Marías te imita a ti.
    Las nuevas tecnológias y cualquier avance moderno, nos facilitan la vida, siempre que no nos hagamos dependientes. A mi que ya no soy una jovencita, me han permitido entre otras cosas interesantes conocer tus escritos .
    Si Rajoy no hubiese tenido móvil ¿de qué se habría hablado en su comparecencia?

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