04 enero 2013

La terapia del Doctor Monstruo

  Decía Sartre que el infierno son los otros. Una reciente cinematografía ha reinterpretado la frase convirtiendo a los otros en seres además monstruosos, aparentemente dispuestos a destrozar nuestra vida, familia y hacienda. Aparentemente.

  El cine siempre ha sido un buen instrumento de medida de las preocupaciones, miedos y obsesiones globales. Es bien sabido que  durante los años 70, en la crisis del petróleo,  la preocupación por el presente y el miedo a lo que pudiera venir cobró carne del séptimo arte en el subgénero de catástrofes, que si bien tiene una filiación mucho más antigua, tomó carta de naturaleza durante esa década con títulos tales como "Aeropuerto" (1970) "El coloso en llamas" (1975), "La aventura del Poseidón" (1972), "Terremoto" (1975), "La amenaza de Andrómeda" (1971) o "El síndrome de China (1978).

  La metáfora cinematográfica por la que nuestro subconsciente colectivo —si es que tal cosa existe— se ha decantado para expresar el malestar de la crisis económica y de valores de la segunda década del siglo XXI, es por el subgénero de monstruos. Un  vistazo a los estrenos del pasado año 2012 basta para comprobar su proliferación. Podría parecer en principio algo contradictorio. El cine es un instrumento de evasión y si de algo parece estar poblada la realidad cotidiana es de monstruos. ¿Para qué multiplicarlos además en la ficción ocupando el tiempo de nuestro ocio?

  Los monstruos nos atraen desde hace siglos como demuestran las pinturas de Carreño de Miranda o Goya. Es cierto que nuestra realidad se halla poblada de clásicos del terror que siguen en activo y cometiendo fechorías. Criaturas como Alberto Ruiz-Gallardón, Angela Merkel, el cacique Carlos Fabra o el rinconete moderno y ex-jefe de los empresarios españoles Gerardo Díaz Ferrán, por citar sólo algunos ilustres de la lista, siguen aterrorizando a las gentes de bien. Pero monstruos son también esos seres anónimos que se asemejan a los normales y al parecer son numerosos. Seres que se empeñan en hacer la vida más difícil a los demás, y se manifiestan movidos por hilos tan viscosos como mezquinos. No será difícil que les venga a la mente alguno de ellos, en su empresa, en su comunidad de propietarios, quizá en su familia, o simplemente el tipo que no se calla en el cine y que a la salida (¡seguro, seguro que lo hace!) vaciará el cenicero por la ventanilla, al tiempo que de su boca surgirá un ligero fluido que caerá en la tierra después de trazar un Triple Axel con dos tirabuzones... Gentes normales.

  Y quizá éste sea el hallazgo más interesante de estas películas de monstruos, que bajo el pretexto de la amenaza de seres extraordinarios, sobrenaturales y desfigurados, subrayan como la principal deformidad que la verdadera monstruosidad está a menudo en los especímenes con apariencia corriente. No es por casualidad que otro monstruo ilustre,  Mariano Rajoy, no parara de apelar (cuando estaba en la oposición y hablaba)  a la "gente normal" que "hace cosas normales" y "de sentido común" para que se sumaran a su cohorte de fieles.

  A veces la tesis de la monstruosidad de los seres corrientes se hace explícita, como en la filmografía de Tim Burton. Francis Ford Coppola ya nos contó que Drácula, si bien homicida, sólo se movía por amor. Pero han sido las películas de animación del subgénero monstruoso, supuestamente dirigidas a los niños, las que han incidido recientemente que no hay nada más monstruoso que las masas adocenadas que siguen ciegamente a los líderes y que rechazan lo diferente, como muestra "El alucinante mundo de Norman" (2012), por citar una cinta aún en cartelera.  Incluso en las películas en las que los monstruos siguen desempeñando con rigor su oficio de asustar, perseguir, torturar, cortar, rebanar, degollar o devorar a los infelices que se cruzan en su camino, hay lugar para una interpretación más ambigua, confundiendo la naturaleza monstruosa de los engendros con la de los seres de apariencia normal, como muestra la serie "Rec" de Jaume Balagueró y Paco Plaza.
  Yo al menos compro la moraleja. No aceptar la diferencia o peor aún, perseguir al diferente es de por si algo monstruoso. Por lo demás, lo realmente monstruoso a veces se disfraza de normalidad, no sólo en las personas, también en las organizaciones y aún en las leyes.





9 comentarios:

  1. Buenas noches, tienes toda la razón que aparte de los monstruos comunes todos tenemos alguno o algunos en particular q no se porque se suelen empeñar en hacerle a los demás la vida más difícil o simplemente más incomoda unido a los monstruos generales...... Ufuf es mejor aveces no pensarlo y seguir avanzado y ser diferente. Muy bueno. Bs. Mj

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  2. Muy bueno Manolo, no puedo estar más de acuerdo.

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  3. Interesante artículo, Manolo. Como siempre, por otra parte. Peeeeeeero con un error significativo:
    Es cierto que nuestra realidad se haya poblada de clásicos del terror.
    Es cierto que nuestra realidad se HALLA poblada de clásicos del terror. (Tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo HABER).
    Saludos.
    Jesús

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    Respuestas
    1. Yo he, tú has , el ha. Otro error

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    2. Estimado Jesús, el verbo haber siempre es con "y".

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  4. Eso se llama lapsus, que está dentro de la esencia humana, como lo está el hecho de que lo importante es que lo escrito por el autor expresa claramente lo que quiere(libertad de expresion). Todo lo demás está bien para que si lo lee un niño se le adiestre en las normas ortograficas de la R.A.E. e intentemos entre todos con ello mantenerlo, de la mejor manera, en el coiné.
    El castellano es una lengua viva y flexible.
    Me gustaría ver algún escrito de los correctores y avisadores...
    Mi opinión es que es un magnifico artículo.

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  5. ¡Gran verdad, lo que dices! Un saludo

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  6. Chapeau!!! Más claro imposible

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  7. Antoni Gutiérrez-Rubí27 de febrero de 2013, 10:35

    Buena advertencia

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